miércoles, 12 de enero de 2011

Mediocridad, para Dios no existe


Vale la pena aceptar que en muchos momentos de la vida nos podemos sentir cansados y con ganas de dejar todo a un lado para volver a empezar algún proyecto de vida, lo que no podemos, es perder el norte que tenemos de nuestro rumbo, es decir, lo que en realidad queremos hacer con nuestros proyectos de vida.
En muchas ocasiones, sentimos que las cosas pasan porque si, y no analizamos en realidad las posibilidades que pueden llegar a abrirse con lo que nos sucede. A lo que quiero llegar, es que nos dejamos consumir por lo que nos hace daño y tomamos la opción de dejar todo tirado, nos olvidamos que existe la palabra perseverancia y optamos por los facilismos y las mediocridades.
Al instante que dejamos que las cosas pasen y no actuamos frente a las situaciones estamos siendo mediocres, estamos dejándole todo a la improvisación sin tener en cuenta que esto puede ser más perjudicial,  debido a que siempre será mejor opción pensar, analizar y tomar decisiones posteriores.
Por el afán de resolver las cosas rápidamente, por dejarnos ganar por los problemas, y muchas veces por no tener aspiraciones, nos olvidamos del Dios que puede llenar todos los vacíos, del Jesucristo que nos fortalece y nos da la energía necesaria para salir adelante sin importar la magnitud del problema, del Dios que no conoce de mediocridades sino de actuaciones positivas frente a la vida.
A la larga depende de nosotros, somos los que al final tenemos la última decisión del rumbo de nuestra vida, y les aseguro que siempre queremos lo mejor para ella, debemos siempre estar motivados, porque Dios nos regala cada segundo de oxígeno con la plena convicción que haremos cosas maravillosas en nuestra vida y que no dejaremos que esa mediocridad que puede acabarnos invada nuestra existencia.


Mediocridad, para Dios no existe

Vale la pena aceptar que en muchos momentos de la vida nos podemos sentir cansados y con ganas de dejar todo a un lado para volver a empezar algún proyecto de vida, lo que no podemos, es perder el norte que tenemos de nuestro rumbo, es decir, lo que en realidad queremos hacer con nuestros proyectos de vida.
En muchas ocasiones, sentimos que las cosas pasan porque si, y no analizamos en realidad las posibilidades que pueden llegar a abrirse con lo que nos sucede. A lo que quiero llegar, es que nos dejamos consumir por lo que nos hace daño y tomamos la opción de dejar todo tirado, nos olvidamos que existe la palabra perseverancia y optamos por los facilismos y las mediocridades.
Al instante que dejamos que las cosas pasen y no actuamos frente a las situaciones estamos siendo mediocres, estamos dejándole todo a la improvisación sin tener en cuenta que esto puede ser más perjudicial,  debido a que siempre será mejor opción pensar, analizar y tomar decisiones posteriores.
Por el afán de resolver las cosas rápidamente, por dejarnos ganar por los problemas, y muchas veces por no tener aspiraciones, nos olvidamos del Dios que puede llenar todos los vacíos, del Jesucristo que nos fortalece y nos da la energía necesaria para salir adelante sin importar la magnitud del problema, del Dios que no conoce de mediocridades sino de actuaciones positivas frente a la vida.
A la larga depende de nosotros, somos los que al final tenemos la última decisión del rumbo de nuestra vida, y les aseguro que siempre queremos lo mejor para ella, debemos siempre estar motivados, porque Dios nos regala cada segundo de oxígeno con la plena convicción que haremos cosas maravillosas en nuestra vida y que no dejaremos que esa mediocridad que puede acabarnos invada nuestra existencia.