martes, 10 de septiembre de 2019


UNA PELÍCULA DE SUEÑOS

Por: Ángel Francisco Martínez Suárez


Luis Felipe se despierta todos los días a las 5:15 de la madrugada para ir al colegio. Cada día, le pide a su padre que le regale aquellos cinco minuticos de gloria para dormir un poco más, minutos que hace 48 horas, no necesitó para ponerse en pie.
Desde la noche anterior, “Pipe”, un ´pelaito´ de apenas 11 años, hubiese querido dormir temprano para esperar el amanecer, con tantas ganas, que la ansiedad no lo dejó dormir sino hasta la una de la madrugada, pero eso no fue impedimento para su anhelado despertar.
Faltaban 10 minutos para las 5:15 a. m., Ramiro, padre de “Pipe”, ya había tomado el café matutino para proceder a despertarlo, cuando entra a la habitación, logra notar que su pequeño no estaba acostado, giró su cabeza hacia la derecha y lo miró fijamente a esos ojos, que, como decimos en la costa, estaban “empillamados” pero había algo especial en su sonrisa de oreja a oreja, una notable expresión de nervios que acompañaron su voz al momento de decir “papá, por fin llegó el día”.
Los sueños de Luis Felipe son muchos, uno de ellos es ser artista y por qué no, que lo vean en la pantalla y en los medios de comunicación gracias al canto, un talento innato que ejerce desde que tenía 5 años. 
Dueño de un carisma único, ese ´carajito´, como lo llaman algunos de cariño, escucha con atención las historias que le cuentan sus amiguitos del barrio, esos que han tenido la oportunidad de ir al cine. Solo con escuchar cada palabra a cerca de la aventura de ir a ver película a una sala de cine, ya para Luis, se convertía en el relato de una película, esa misma que soñaba con ser protagonista algún día.
“Tarde o temprano iré a cine”, comentaba con mirada perdida, como soñando despierto, eso sí, sin tener idea que su sueño se cumpliría más temprano que tarde, ya que el cine iría a visitarlo a su municipio.

Niños al cine
Miles de niñas y niños, de diferentes municipios de Bolívar han tenido la oportunidad de ser parte de un sueño llamado FICCI MÓVIL, el cual, sin importar la lejanía, llega a cualquier lugar, por recóndito que parezca y monta una sala de cine en sitios inesperados.
El cielo, se convierte en el mejor techo de un lugar que es alumbrado por la luz tenue de las estrellas. El ruido del compresor se escucha al mismo tiempo que la pantalla inflable comienza a tomar forma, las sillas ya están en un orden lineal y exacto para permitir que los asistentes se sienten con comodidad, la brisa caribeña, se transforma en una de las mejores compañeras para ver la película, solo falta el silencio absoluto que antecede a la gran proyección. Sí, el cine ha llegado.
Son 46 municipios los recorridos, llegando en muchos de ellos a corregimientos y veredas, la magia del cine ha cargado de energía a miles de personas que como “Pipe”, han hecho su sueño realidad y lo han demostrado dejándose impresionar por la proyección de una película, la cual hace sacar lágrimas, hace agarrar una que otra rabia, debido a la trama, pero que al final solo despierta felicidad en cada una de las personas que asisten a la gran función.
Esto se ha logrado, al apoyo incondicional de la gobernación de Bolívar.
“Necesitamos seguir haciendo niños felices y este espacio sirve para que aprendan parte de la cultura y se diviertan. Avanzamos por darle a nuestros niños lo que se merecen”, expresó notablemente emocionado Dumek Turbay, gobernador de Bolívar.
La mañana para Luis Felipe apenas empezaba, él, al igual que muchos niños, estaba ansioso por ir a cine, nunca, nunca había pisado una sala para ver una película, y menos en lo que Martín llama un “televisor gigante”.
En el colegio, Luis contaba los minutos, mejor dicho, cada segundo, su mirada se paseaba del tablero, al viejo y maltrecho reloj de pared, que aunque el tiempo se le notaba, aún tenía la capacidad de dar con coherencia la hora justa. La maestra hablaba de la división geográfica de Colombia, y aunque Luis Felipe es buen estudiante, ese día no le importaba la clase, su única prioridad es que fueran las 6 de la tarde para ir a la plaza con sus padres y ser parte de una aventura llamada FICCI MÓVIL.
 Huele a cine”
Asombro total, hay pocas expresiones para descifrar lo que Luis Felipe y sus amigos pudieron sentir a la hora de sentarse en esa plaza transformada en sala de cine. Desde que hacían la fila se preguntaban unos a otros “¿a esto huele el cine?”. Sí decía Armandito, uno de esos niños que alardeaba porque ya había ido una sola vez  a ver película en una sala de cine. “Es crispeta”, agregaba el chicanero pequeño y, aunque muchos habían comido crispeta, no se imaginaban que este maíz se pudiera convertir en una de las mejores combinaciones, sí, esa de ver peli y comer hasta más no poder en una sala donde absolutamente nadie te molesta.
Al igual que “Pipe”, Sandra, era el espejo de sus más de 30 amigas, nunca había ido a cine y literalmente quedaron enamoradas del séptimo arte. Sandra, la menor de tres hermanos, no veía la hora de contarle a ellos su fenomenal experiencia. “Siento una gran felicidad, es mejor de lo que pensé”, dijo la menor.
En medio de la película, con las crispetas entre sus brazos, la  gaseosa casi que sin poder agarrarla y un ensordecedor sonido de “shshshshshsh” de una de las personas asistentes, “Pipe” se gozó la proyección, poco importaba el nombre de la película, la trama o quien la protagonizaba, lo más importante para él y para sus amigos de aventura, era convertirse en uno de esos chicaneros que a voz populi decían que conocían el cine.
“Le contaré a todos de mi aventura, todos sabrán por lo que le yo les cuente de cómo es el cine”, comentó suspirando Luis Felipe Arroyo, quien por cosas del destino, casualidad o alguna causa, lleva un apellido con nombre y un dinastía musical, él no sabe si hace parte de ella, pero está convencido que tiene talento para cantar y lo hace sin ningún problema en medio de todos, es el alma de muchas reuniones y su carisma contagia a todo el que lo conoce. Sus amigos se identifican con él, lo buscan para jugar, tanto así, que muchos se peleaban para estar a su lado en aquella sala de cine y ser junto a él protagonistas de la película.
Nadie imagina que tan grandes pueden ser los sueños de los niños. Pipe y Sandra solo son el reflejo de miles de niños y niñas de Bolívar que jamás han tenido la oportunidad de ir al cine, pero que gracias al apoyo de la gobernación dejó de ser un sueño para convertirse en realidad.
Va más allá de ver una proyección, es convertir la vida de cada pequeño en una película de esperanza, para que sueñen en ser protagonistas de su propia película, esa llamada vida, en la que como en la mayoría de los cuentos de hadas tengan un final feliz.