martes, 1 de octubre de 2019

LA RIQUEZA DE UNOS MONTES SIN DOLOR


LA RIQUEZA DE UNOS MONTES SIN DOLOR
Por: Ángel F. Martínez Suárez.


El olor a tierra húmeda del ambiente se esparce por todas partes, al respirar se mete en los pulmones como una bocanada de aire fresco y puro, nada mejor para decirle buenos días a una tierra que muchos le llaman monte, pero para otros, como don Félix Ramos es una tierra llena de innumerables riquezas.
Los Montes de María, sí, esa misma región que se hizo famosa en las noticias no precisamente por sus recursos naturales, sino por el dolor que quedaba luego de que algún grupo desalmado al margen de la ley, decidiera tomarse un corregimiento, una vereda, una finca, bañando en sangre a familias y generaciones enteras.
Aunque parezca paradójico esa misma tierra, inundada en lágrimas durante décadas, hoy muestra todo un renacer, esos gritos ahogados de muchos que rogaban no ser asesinados, hoy se transformaron en carcajadas de alegría porque por fin ven muy cerca una luz de progreso y un futuro lleno de desarrollo para ellos y para las próximas generaciones.
Son las 4 de la madrugada, para algunos, una gran mayoría, aún es tiempo de seguir en los brazos de Morfeo, pero para Félix Ramos es la hora perfecta de comenzar una jornada de labores. Él, decide levantarse de su tálamo, su cuerpo le pide ir al baño, cundo sale, va sin pensarlo a prepararse un café bien cerrero, de esos que le quita el sueño a un gorila, o de “levanta muerto”, como dice su esposa, se lo toma con toda la calma del caso y piensa en salir a revisar sus cultivos.
“Hay que madrugar para que todo rinda”, comenta, Félix, que a sus 46 años se siente hijo de Bolívar, ya que hace 20 años decidió emigrar de su natal departamento de Córdoba a El Carmen, un lugar en pleno corazón de los Montes de María. En ese momento, jamás imaginó que cupido flecharía su corazón. “Esas cosas llegan, uno no las busca”, expresa con ojos de traga’o.
En un pico máximo de violencia en Colombia, guerrillas y paramilitares disputaban territorio de manera absurda, matando a población civil indefensa. En esa época, Félix, llegó a El Carmen, y en un arranque de querer conocer más la región, decidió subir hasta la Cansona, un lugar en lo alto de los Montes de María, nunca imaginó que quedaría enamorado de esa tierra, de sus hermosos paisajes y sus enormes riquezas.
“Es una tierra apta para cultivar ñame, yuca y muchos productos”, expresa él sin ninguna pena, orgulloso de ser campesino, llenarse de abono y tierra al momento de cultivar es para Félix todo un éxtasis que llega al clímax al momento de recoger cada cosecha.
No ha sido fácil, durante estas dos últimas décadas, esa violencia mencionada, hizo que Félix bajara de la alta montaña hacia El Carmen en dos ocasiones, el desplazamiento producido por la violencia había dejado de ser un cuento de amigos que alguna vez escuchó, para convertirse en su propia realidad.
Enamorado, con tres hijos y tres hijastros, como dicen por ahí “los tuyos y los míos”, Félix se dijo asimismo “no me voy de esta tierra tan rica, me lo ha dado todo, sobre todo tranquilidad”. Aunque suene contradictorio, lo que era tierra de guerra en ese momento, para Félix era una tierra de tranquilidad, él, muy dentro de su corazón presentía que esos Montes de María, una zona de amaneceres y atardeceres perfectos, no podía ser toda la vida una región de dolor.
Renacer
Aguante total, paciencia, amor por lo que hace, ganas de salir adelante, todo es una mezcla de razones para que Félix no se fuera de El Carmen ni de La cansona. Ahora puede ver con gratitud el renacer de una zona que ahora es llamada territorio de paz.
“La verdad que se ve más tranquilidad y progreso, si no me fui antes mucho menos ahora”, expresa tajantemente, con ojos llenos de notable esperanza, sobre todo al momento de pensar en su familia. “Yo lo que se hacer es trabajar la tierra es la manera que tengo de sacar a mi familia adelante”, añade.
La Cansona, ese pico en los Montes de María se convirtió para Félix en el lugar prefecto para montar un “negocito”, como él lo llama. Casualidad, diosidad, no importa, pero muchos de los que suben, sobre todo a pie o en bicicleta llegan cansados, razón por la que no dudan en refrescarse en ese “negocito”, en el que pueden conseguir desde una gaseosa hasta un sancocho bien carga’o para reabastecerse de energía y de paso recibir esa brisa fresca que corre entre las venas de la selva, llegando vehementemente aún en tiempos de calor, en pocas palabras, los Montes de María son un lugar bendecido por la madre naturaleza y que gracias a la paz que viene impregnada en esa misma brisa, hoy es territorio de progreso y desarrollo para toda una región que agradece a Dios que exista tranquilidad.
“Salgo, trabajo, vengo a mi negocio y todo lo hago sin miedo a la guerra, ya eso no existe por acá. El gobierno ha logrado esto”, dice Félix Ramos, que no deja de soñar en que cada vez las cosas mejorarán en esa región que siente como suya y que le brinda lo necesario para vivir feliz.